martes, 18 de mayo de 2010

Del pasado al presente.




Del dicho al hecho hay trecho,
pues cuenta el corazón maltrecho
relatos de imposibles cruzadas.

Narra de los viejos tiempos,
del sufrimiento y el tormento.
Historias de fríos sustentos.

Susurros que mecieron el alma,
suspiros cubiertos de drama
que hicieron surgir sentimiento.

Helado fue lo cálido,
cálido lo soñado.

Del nudo y desenlace fijados
tan sólo un paso fue dado,
el deseo, ardiente.
Era el momento, había llegado.

- Sam.

Ahora es cuando coges carrerilla y luchas por un primer puesto, aunque mueras en el intento.

... buscando esa inspiración.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Llegada del cambio.



Me sumergí en lo más profundo de mi mente, una gris ciudad se presentaba ante mí, vacía, desértica, como si todo rastro de vida se hubiese esfumado. Un extraño sentimiento me recorrió todo el cuerpo y se me hizo un nudo en la garganta. Comencé a andar sin saber muy bien a dónde dirigirme, sin saber qué camino había de tomar; les dejé hacer a mis pies, al fin y al cabo era mi mente, y nadie la conocía mejor que yo, aunque fuese inconscientemente. Andaba buscando una respuesta, un por qué, una solución al problema que había consumido mi vida, que la había entorpecido y que, con todo ello, había impedido que la viviese plenamente. Estaba buscando mi miedo al fracaso, al fracaso de lo personal, ese miedo que siempre se había cubierto bajo el manto de la esperanza futura de una oportunidad mejor para actuar. Ese falso disfraz creado por mi mente había dado como resultado la no-acción, una no-acción ante personas que habían sido, que eran o que empezaban a ser, de alguna manera importantes para mí, incluso ante personas que simplemente me llamaban la atención.

Cansado de esta situación y al empezar a encontrarme en una parecida, había decidido ponerle fin de una vez por todas. El plan era sencillo, entraría a hurtadillas en mi mente, buscaría mi miedo, tendría una larga y fructífera conversación con él y, finalmente, sería convertido en seguridad. Quién iba a imaginar que la mente era un lugar tan extenso y complicado… Anduve durante horas perdido por aquellas silenciosas calles que formaban la ciudad, pasando por escaparates que mostraban recuerdos pasados, algunos recientes, otros ya olvidados. Cuando el cansancio y la fatiga comenzaron a hacer acto de presencia apreté el paso, me quedaba poco tiempo y tardaría en volver a conseguir la determinación que había acumulado hasta entonces para meterme en aquella empresa. Al volver una esquina me encontré frente a una gran Basílica, un santuario exento de simbología, un simple lugar de descanso y meditación. Sentí un cosquilleo en la nuca y me adentré sigilosamente.

Ante mí, el interior de una catedral llena de finos detalles se alzaba, un lugar con una atmósfera suave a la vez que cargada. Sentí que alguien me miraba fijamente desde el final y me acerqué cautelosamente. Allí, frente a mí, se hallaba mi miedo con una figura más que reconocible, me encontré frente a mí mismo, observado por unos ojos que no eran los míos, unos ojos que había conocido recientemente y habían sido los culpables de aquella situación. Un atisbo de sonrisa se dibujó en su rostro y se dirigió a mí suavemente.

-Llevo mucho tiempo esperándote –sentenció.

Me faltaban las palabras, todo cuanto había planeado decirle se escapaba por la comisura de mis labios sin poder articular palabra y no era capaz de mirar a esos ojos que tanto me habían llamado la atención anteriormente.

-Tranquilo, ahora que has llegado, ¿no irás a echarte atrás, no?

-No… pero lo había imaginado mucho más simple –dije con voz entrecortada.

-Enfréntate a tus miedos o sumérgete en ellos hasta que te consuman, si de verdad piensas hacerles frente coge toda esa determinación que has acumulado y muéstramela.

Cerré los ojos y me concentré, no sabía muy bien qué estaba haciendo, pero empecé a relajarme. Llené mi cabeza de todos los momentos que había perdido por mi estupidez característica, reviví cada sentimiento de frustración ante mi poca determinación y cambié todo aquello por seguridad en mí mismo y voluntad.

Abrí los ojos. Me encontré mirando al techo de mi habitación, tumbado en la cama. No había rastro de la ciudad abandonada, ni de la gran catedral en la que me había encontrado instantes antes, pero algo había cambiado. Sentí mi cabeza algo más ordenada, algo más satisfecha consigo misma, con un indicio de nueva determinación y seguridad… me desperecé y me levanté de la cama, era el momento de comprobar cuan fructuoso había sido mi viaje.



es la hora de avanzar por un lado y volver por otro, a la vez.

Sam..

miércoles, 3 de febrero de 2010




Se volvió triste y pesadamente. A su espalda quedaba tan solo un ápice del pasado, de un pasado doloroso y penetrante, de esos que se hienden en el fondo del corazón aferrándose al mínimo resquicio de la luz de la esperanza para recordarte que, al mínimo descuido de tu entereza, te inundará sutilmente de recuerdos y pensamientos, vivos antaño, amargos ahora con el devenir del tiempo y sus maldades.

Echó a andar como aquel que sabe que se dirige a su final, al paredón donde, apoyado en el muro con pesar, resentimiento y tristeza, tu vida pasa como un suspiro frente a ti, con la calidez del hielo, mientras la serenidad del que ve la muerte ante sus ojos te llena hasta que se oye el disparo. Un sonido estremecedor que resuena en las paredes de las calles vacías de tu mente, de tu mundo, y en un segundo sientes como el frío metal atraviea tu corazón dejando escapar todo lo que has guardado en él: tu vida.

Ahora ya sólo queda el silencio.

El viento le acariciaba la cara con la suavidad de un ángel, susurrándole palabras imposibles y verdades de esas que nadie está dispuesto a escuchar, y mucho menos a aceptar, por muy reales que sean. Dos lágrimas puras como perlas nacieron en sus ojos deslizándose hasta la barbilla, para saltar al abismo del mundano suelo, llevándose a su paso algo que había tenido, y seguía teniendo, incrustrado en su ser, en lo profundo de su pobre alma herrante, algo que, tarde o temprano y muy a su pesar, se terminaría convirtiendo en cenizas mecidas por el viento hasta el horizonte de todo aquello que se aleja, y no sabes nunca si por un tiempo, o para siempre.

La luz de la Luna le arropó mientras se sumergía en la oscuridad profunda de la noche, de sus pensamientos, de todo lo vivido y sentido; hasta que desapareció en las sombras del tiempo y del dolor, huyendo de la realidad deplorable en la que estaba inmerso, desapareciendo del mundo mediocre que le rodeaba, rompiendo con la pizca de cordura que nos hace ser quienes somos.

Volviendo a eso que llaman escribir..

Sam..